sábado, enero 28, 2006

Frío

Te amo. Vienes a acariciarme de nuevo pero ya te gocé hace poco, y bien caro que me costará. Me abrazas, besas mi cuello, muerdes mi oreja, lames mi garganta. Siento tus manos arañarme la espalda de arriba abajo. Empujo y me muevo por ti, besándote como te gusta y acariciándote la nuca. Te mueves conmigo, envolviéndome. Noto la lluvia sobre mí y cierro los ojos con una sonrisa. Te sonrío sin mirarte y sé que tú me miras sonriendo. Ruges, te tengo toda alrededor de mí y, de pronto, paras. Te miro a los ojos y los veo brillando, y te lamo la oreja como yo sé que te encanta, y me agitas vibrando sobre mí, frente a mí, atronadora de nuevo.
Me besas, suave, en la punta de los labios. Me acaricias la cabeza con una mano y me besas más profundamente. Me mordisqueas de nuevo la oreja y te correspondo en el cuello. Sigo adentrándome en ti, notando tu cuerpo contra el mío, y me susurras al oído y me muevo cada vez más rápido abriéndome paso y me gimes en voz baja para que te oiga yo, solo yo.
Te dejo al tiempo y me despido en el portal. En mi cama, escribiéndote, te siento como si estuvieras aquí, espejismo de las sensaciones de esta noche. Me acuesto, duermo, lejos de ti.

Demasiadas conjunciones

Avanzo bajo las nubes grises deprisa, tengo ganas de llegar a donde sea que vaya. Camino, chap chop, pisando los charcos, que apuñalan al cielo como dice la canción. ¿Y llego a mi destino? Bueno, si l hago creo que no sería capaz de reconocerlo. Simplemente sigo hacia delante, mi ruta al azar, y giro a la izquierda cuando no puedo seguir. Calles empedradas, calles asfaltadas, paredes encaladas y ventanas negras me rodean. Y, encima, el tejado gris que deja escapar el agua que ya tengo dentro de las zapatillas. Continuo y creo ver una calle nueva, por la que nunca había pasado. Me apresuro por ella y sí, la reconozco. Falsa alarma. Con el este al frente salto por encima de un riachuelo que la lluvia ha formado. Pasan las casas, las manzanas, los barrios. A veces cruzo el río de verdad, aunque para este me hace falta un puente. Tengo varios y todos los uso. Un pie delante del otro y de las zonas altas a los barrios pobres. Mi aspecto es intermedio, puedo pasar por cualquiera y por cualquiera me toman. Sobriedad, elegancia, desnudez, aburrimiento, exageración, decadencia... asigna a cada uno de estos adjetivos una zona, rica o pobre, y después dale la vuelta a tu pensamiento. He visto cosas que no he contado a nadie. Derecha e izquierda y la acera canta con el repiqueteo de las gotas. Me gusta ver cómo la cornisa deja un espacio seco junto a la pared, pero me molesta que sea tan estrecho que para usarlo tengas que mojarte el hombro con toda el agua que recoge tejado. Porque, para ser sincero, eso de que cojo mi impermeable es poco menos que una metáfora. Paraguas plegable si hay suerte, y si no a apechugar que peores cosas hemos pasado. Y de nuevo sigo la calle cuesta abajo hasta el río, y esta vez no lo cruzo para llegar al otro lado. Lo recorro apaciblemente una, dos, cien veces aunque suene forzado, andando o con la mirada, y me fijo en esa cota de malla que lo recubre, como si la misma lluvia que la forma fuese algo de lo que defenderse. Y cuando le doy la espalda a este espectáculo natural me encuentro con los recuerdos del pasado, enormes rocas por las que una legión de alienígenas camina cada día. Más o menos antiguas conforman el sustrato del que se alimente nuestra imaginería y sobre el que crecen nuestras historias. Acaricio la mayor, la más famosa de esas rocas, labrada por cuatro señores de un reino todopoderoso y adorado a manos llenas por sus amigos y sus enemigos, sus paredes son rugosas y amarillas y aguantan el agua dejándola bajar poco a poco o a raudales por ellas. Y me miran y se ríen, porque las venero de una manera distinta a como lo hacen los demás pero en el fondo de la misma manera. No creo en ningún dios, salvo aquellos que creamos con nuestras manos. Y sigo hacia el norte y vuelvo a perderme entre las trochas y desvíos que la casualidad me ha dispuesto. Una plaza: en ella me senté en primavera a leer mientras oía a tres chicos tocando, oboe, saxo y algún otro, con el rumor de una fuente de fondo y la sombra del naranjo en mi cabeza. El frío la hace casi más deseable para mí, casi más adecuada.
Y giro otra vez al este, pero callejeando descubro un atajo al sur, de nuevo al sur, y acabo corriendo hacia el oeste. Resbalo y caigo y mi risa triunfante se mezcla con el tráfico y el rumor. Jovialmente, empapado y con la cadera dolorida me refugio a destiempo en un bar con nombre de bebida o de su continente. Pero no puedo estarme mucho tiempo parado y dejo a mi izquierda el comercio de un filósofo al que admiro con poca idea de finanzas, y más a la izquierda un sitio en el que se estudian cosas que comprendo pero que no quiero saber. Sigo a poniente y bebo junto al corazón de la ciudad, uno de ellos. Y cuesta arriba y otro parque encerrado en asfalto y un horizonte más largo que muchos de por aquí. Lo sigo, me lamento por la belleza abandonada por preservar un espectáculo del pasado, y me duele esa incongruencia, no quiero un recuerdo a costa del presente. Y al fin otra larga mirada al sur mientras me acuerdo de la vegetación que había antes allí. Pero un nuevo templo nació de la tierra y dijeron que lo habían construido. Muchas veces he orado allí, con más fervor del debido pero no del acostumbrado. Si continuase ahora llegaría con suerte a un sitio donde me drenan la vida por mi voluntad y se la dan a otros, o eso dicen. Personalmente no lo dudo, pero hay quien sí. Decía con suerte y es que vuelvo a dar media vuelta y esta vez enfilo sin desviarme. A la izquierda un nudo con el resto del mundo, la pobreza, la riqueza y otra clase entre ellas, separadas de mí por arena y asfalto y grandes proyectos. A la derecha vida y un vacío que me hiela, y un Edén refugio de los que buscan amor y sol encuentran sexo por el que pagar por donde cruzo siempre que puedo con la grava crujiendo y otra masa informe de colmenas en las que se apiña la carne embrutecida. Sigo, cruzo y vuelvo a mi propio receptáculo, y al asomarme huelo la humedad y la ciudad me llama para que siga acariciándola de arriba abajo. Mañana, cariño, será otro día y encontraré nuevas maneras de hacerte el amor. Te beso y me duermo con tu susurro en los oídos, preguntándome en sueños si me distingues de tus demás amantes. Cuando despiertes, ¿te amaré como ahora? Duerme para siempre, no quiero saberlo.

Encontrado en un cajón

A veces me olvido de que no soy humano, de que eres humano, de que soy falible, de que siento, de que sientes, de que soy tú, de que soy yo, de que soy tres, de que te supero, de que me ganas, de que soy tonto, de que soy igual a Dios, de que no eres una diosa, de que puedo solo, de que cambio, de que no te odio, de que te desprecio, de lo que sentí por tí, de que quiero cambiar, de que puedo hacer algo, de mí, de tí, de que aun siento algo por tí, de que cambiamos, de que te odié, de que necesito ayuda, de que nadie me gana en esto, de que soy humano, de que tengo defectos, de que no soy infalible, de que no soy tonto, de que no sé hacer muchas cosas, de que conseguiré lo que me proponga, de que nadie leerá esto, de que un día moriré, de que nunca moriré; a veces me olvidas, a veces te olvido, a veces no te olvido, a veces me olvido de preguntar, de que tengo las puertas abiertas, de que tengo problemas, de que dependo de otros, de que a veces estoy solo, de que no eres yo, de que quiero ser como tú, de que aún tengo cosas que aprender, de que me desprecian, de que soy libre, de que a veces me olvido, de lo que me gusta, de lo que me conviene, de lo que quiero hacer, consumir, soñar, vivir; de que tengo mis propias metas, de que puedo herirte, de que no soy nadie, de que no soy un dios, de que esta no es mi vida, de que llevo máscara, de que el tiempo no es infinito, de que demasiada luz hace daño en los ojos, de que vivo en mi mundo, de que el mundo es lo que quiero que sea, de que soy mortal, de que el mundo es imperfecto, de que estoy equivocado, de que amé un día, de que no hay casualidaddes, de que no anhelo un regreso, de que quiero estar ahí cuando pase, de que un día estaré contigo, de que quiero veros, de que nunca fui más feliz, de que la verdad está ahí fuera, de que Dios me ama, de que no seré nadie, de que no conozco la plenitud, de que antes de morir, viviré; de que toda la Historia converge en mí, de lo cálida que es la oscuridad, del uso de la palabra, del día a día, de jugar, de reír, de la fealdad humana, de lo hermoso de la vida, del vive y deja vivir, de pensar antes de hablar, de la poesía, de la prosa, de la música, de la escultura, de la pintura y la arquitectura, de que a veces me olvido de que no soy humano, de que eres humano, de que soy falible.

lunes, enero 09, 2006

Hola!

Que sigo aquí, eh? No se preocupen que acabo de encontrar un artículo que escribí tiempo ha y que pasaré a transcribir... en cuanto tenga ganas, francamente.
Ale, besitos!