sábado, enero 28, 2006

Frío

Te amo. Vienes a acariciarme de nuevo pero ya te gocé hace poco, y bien caro que me costará. Me abrazas, besas mi cuello, muerdes mi oreja, lames mi garganta. Siento tus manos arañarme la espalda de arriba abajo. Empujo y me muevo por ti, besándote como te gusta y acariciándote la nuca. Te mueves conmigo, envolviéndome. Noto la lluvia sobre mí y cierro los ojos con una sonrisa. Te sonrío sin mirarte y sé que tú me miras sonriendo. Ruges, te tengo toda alrededor de mí y, de pronto, paras. Te miro a los ojos y los veo brillando, y te lamo la oreja como yo sé que te encanta, y me agitas vibrando sobre mí, frente a mí, atronadora de nuevo.
Me besas, suave, en la punta de los labios. Me acaricias la cabeza con una mano y me besas más profundamente. Me mordisqueas de nuevo la oreja y te correspondo en el cuello. Sigo adentrándome en ti, notando tu cuerpo contra el mío, y me susurras al oído y me muevo cada vez más rápido abriéndome paso y me gimes en voz baja para que te oiga yo, solo yo.
Te dejo al tiempo y me despido en el portal. En mi cama, escribiéndote, te siento como si estuvieras aquí, espejismo de las sensaciones de esta noche. Me acuesto, duermo, lejos de ti.